Los Pueblos Maragatos y el Camino de Santiago
Los Pueblos Maragatos en el Camino de Santiago
La histórica comarca de la Maragatería se sitúa al suroeste de la provincia de León, siendo la única región española que adopta el nombre de sus habitantes, “los maragatos”.
Comarca singular, al igual que sus costumbres, tradiciones y sus gentes, empapados de folklore, ritos y leyendas que lo hacen a su vez más mágica y misteriosa.
Diversos orígenes se han atribuido a los maragatos, sin llegar finalmente a ninguna concluisión. A la actual comarca de la Maragateria se le llamaba antiguamente La Somoza. Sus habitantes, escogieron el comercio como forma de vida, dando lugar a una de las actividades por las que son conocidos: los arrieros (o transportadores de mercancías). El comercio se realizaba entre Galicia y Castilla y en sus comienzos, utilizaban las antiguas vías romanas, sobre todo la que lleva de Astorga a Braga (Lugo) y desde aquí por la Vía de la Plata continuar hacia Madrid. También sus vías serían parte integrante del Camino de Santiago. La otra actividad importante a nivel económico fue la artesanía de textiles, en especial la lana, oficio que fue pasando de generación en generación y que aún a día de hoy tiene notoria importancia.
Por alguno de sus pueblos cruza el Camino de Santiago Francés en alguna de sus etapas, la más conocida es desde Astorga hasta Foncebadón.
Disfrutemos de los pueblos maragatos más importantes por donde atraviesa la Ruta Jacobea:
Astorga, bella donde las haya, es la capital de la maragatería, De su espectacular patrimonio monumental destacan la Catedral y el Palacio Episcopal, además de su Plaza Mayor y Ayuntamiento. También nos deleitamos con construcciones más actuales como el peculiar y majestuoso Palacio Episcopal obra del genial Antonio Gaudí y no por ello menos importante.
Castrillo de los Polvazares. Es pueblos maragatos por excelencia, es un privilegio perderse por sus calles empinadas perfectamente empedradas. Deambular entre las casas, de piedra roja, con sus amplios portalones, patios y cuadras permite saborear ese encanto buscado de lo añejo. Sin duda el mejor ejemplo que se conserva de la arquitectura maragata.
El Ganso. Pequeño pueblo bucólico, como la mayoría hoy día, víctima de la despoblación, La iglesia del pueblo encaja en ese territoríio humilde y místico, con sus piedras recubiertas de musgo. Apreciamos las llamadas «casas teitadas», de época prehistórica que se considera un claro indicio del sustrato celta que habitó en esta extensa región.
Rabanal del Camino. Es final y comienzo de etapa según marca el Códice Calixtino y, junto con Castrillo de los Polvazares, uno de los principales asentamientos de arrieros. En la calle Real se levanta la ermita de San José, considerada uno de los mejores ejemplos del bárroco astorgano. Frente al monasterio de San Salvador se encuentra la iglesia parroquial de la Asunción edificada a finales del siglo XII de estilo románico.
Como colofón de paso por La Maragatería, la emblemática cruz de los caminantes, la Cruz de Ferro, y la aldea de El Acebo que despiden la comarca maragata para adentrarse en tierras bercianas. Señala el punto más alto del Camino Francés en la provincia de León, 1520 metros sobre el nivel del mar, y el inicio de la bajada de 920 metros de desnivel hasta Molinaseca, ya en plena comarca de El Bierzo.
Foncebadón. Es el pueblo más alto de la Maragatería, pueblo de montaña, es un lugar contradictorio, entrañable, situado en un bellísimo entorno natural y desde la Cruz de Fierro se puede contemplar al sur la Maragatería y la infinita Meseta castellana, al oeste el Teleno, mirando al este los Montes de León y al norte la gran depresión de El Bierzo rodeada por el circo montañoso de los Montes de Galicia.
No nos podemos despedir sin hablar del plato tradicional de la comarca que adopta al igual que los pueblos el nombre que les caracteriza, “El Cocido Maragato”.
Plato tradicional de arrieros y trabajadores del campo. La peculiaridad de este cocido destaca que se come al revés, primero las carnes del cocido, luego las verduras, para acabar con la sopa. Debe contener un mínimo de nueve tipos de carne diferentes: de vaca, lacón, patas y oreja de cerdo, cecino, cordero, cabra y tocino, añadiéndose además el “relleno” (hecho de pan, huevo, ajo y perejil), el chorizo y la morcilla.
Se discute sobre el origen de esta invertida costumbre y hay quien dice que lo pusieron de moda los arrieros que debían comer en tránsito en olla de barro, aunque parece más que nada fórmula lógica de comida labriega hecha en campo de faena (si se iniciara por lo sopa, vaciando el calor de la olla, se llegaría a las carnes totalmente frías).
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